TEXTO DE ANTONIO VIGLIONE

Ugarte no necesitaba convertirse en adepto de ninguna escuela, de fugaz guiño doctrinario
en el mundo de las artes, porque aportaba a la escultura vasca una individualidad
perfectamente definida, en cuanto a intenciones creacionales, apoyada con firmeza sobre
unos principios de sabiduría técnica, hija a su vez de una curiosidad insaciable en su lucha
con la materia.
En lo que concierne a sus esculturas, pronto nos demostró su obsesión por los módulos
directos y por los tangenciales, así como su vocación para el arte comunitario, tanto en sus
orígenes como en su entrega pública. Ha permanecido fiel a estas directrices, cuajadas ya
en logros que están en la memoria de todos por su subrayado popular.
Porque este creador plástico no es un artista traducible, sino solamente comprensible. Las
estructuras de sus obras son también estados de alma, aunque los maniáticos de la
escultura imitativa se nieguen perezosamente a reconocerlo. y son asimismo una expresión
radical del alma vasca, quizás desnuda como nunca en su omnipotencia real de valores
supremos.
Ricardo Ugarte de Zubiarrain es el peregrino de su sangre que camina silencioso hacia el
templo del nuevo humanismo.

ANTONIO VIGLIONE


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