Los que por fortuna hemos podido seguir la obra de Ricardo Ugarte de Zubiarrain sabemos
cómo son sus maneras de hacer; y conocemos sus planteamientos ideológicos respecto al
arte, y hemos asistido a su desarrollo intelectual a lo largo del tiempo tenemos claro que la
motivación teórico-estética que le abrió el camino tomado, y recorrido consecuentemente
hasta la fecha, fue el constructivismo, No hay duda. Está claro.
La problemática constructivista nacida o derivada de la fusión del futurismo y el dadaísmo
amén del cubismo. Conceptualmente ejerció desde el principio una gran influencia en el
artistas muItidisciplinares. Pero no sólo fue él quien siguió fielmente ese camino, sino que lo
tuvo que compartir con un gran número de artistas vascos de la generación de la
postguerra. De ahí (además de otras características que provienen del reflejo de la realidad
ambiental vasca) que durante aquellos tiempos de represión de la identidad nacional
consolidara el constructivismo como rasgo definitorio del arte vasco, en pugna con el
costumbrismo. Motivado por la observación del espacio y el análisis de sus reacciones ante
la luz; Ugarte buscó un orden independiente de la naturaleza que realizara la representación
estética de la armonía universal mediante proporciones plásticas elementales. Respondía
al término neoplasticismo o sea, “proclamando la funcionalidad geométrica claramente
constructiva de un arte moderno dentro de la sociedad tecnificada”
Le inquietaba en aquel momento el espacio habitable –social- de tal forma que inició una
serie, la que le puso proa al futuro: espacios rigurosamente constructivos. A partir de
entonces niega en su escultura lugar alguno a la arbitrariedad. Es, pues, esencialismo el
que le acompañará a través de los huecos, campanas, aleteos, monolitos, castillos..., hasta
llegar a las bellas y minimalistas proas de ahora. Ya hubo en el escultor guipuzcoano un
intento de entendimiento con la mar cuando en el Puerto de Pasajes ancló su inspirada
geometría a modo de símbolo mitológico (reclamo de sirenas, a ser posible). Aquella Ancla
para un Puerto (1991) ya preludiaba las proas de ahora, que vienen a ser lugares en los que
a través de la mirada desafiante se proyecta la vida a lo lejos, más allá del horizonte.
Las proas de Ugarte son esenciales gestos de chapa que vienen a mostrar su armónica
elasticidad en un solo pliegue. De la misma forma que Richard Serra muestra la elasticidad
de la chapa mediante una sucesión de ondas. Ugarte esencializa y minimaliza ciertas
inspiraciones que le llegan de realidades anteriores. Lo mismo le pasa en sus tan sensibles
y clásicos collages o espacios acumulativos: son composiciones dadaístas en conexión con
la psicología, la sociología, y las técnicas modernas de investigación de medios.
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