DE LO ESPIRITUAL EN EL ARTE O LA PRÁXIS HETEROGÉNEA DE LA ULTURA
* por Ricardo Ugarte

 

“La Cultura es un humano tesoro de conciencia vigilante”

Antonio Machado

Gabon danori, buenas noches a todos, y agradecer en primer lugar la presencia de cuantos hoy están con nosotros, acompañándonos en este acto o lección de ingreso, que no pretende serlo, sino, sencillamente unos puntos de reflexión sobre unas coordenadas culturales, fiel reflejo de los tiempos en que vivimos.

Decía en el resumen, que de estas líneas aparece en el catálogo que acompaña a nuestra muestra Plástica, que en el proceso evolutivo de un país como el nuestro, la aportación de hombres, como el conde de Peñaflorida y sus amigos, va a ser fundamental para sacar de la atonía oscurantista a un pueblo, en muchos casos reacio a las transformaciones culturales y anclado en atavismos arcaizantes que actuaban de lastre espiritual sobre éste. La visión de futuro que proporciona el conocimiento de las diversas materias que nos aporta la propia existencia, y su interrelación como un todo, que en su visión de conjunto marca unos parámetros que dibujan y definen unas ventanas luminosas, que van a proporcionar luz sobre seculares estancias apenumbradas en un cómodo letargo, producto de la cotidianidad. Esa luz que va a dar contraste y volumen a toda una serie de circunstancias, inmovilistas en la mayoría de los casos, llevará a diagnosticar las carencias de un país para acto seguido poner en marcha una terapia de desarrollo que abarcará diferentes disciplinas en la formación de diferentes cuadros, que a posteriori vayan impartiendo estas enseñanzas y su aplicación a los diferentes menesteres de la sociedad.

El conocimiento cuando va adobado de una sensibilidad espiritual, hace que este no sea un simple banco de datos,y permite una serie de perspectivas del momento histórico en que se vive, una reflexión de nuestra historia pasada y presente, para proyectar nuestro esfuerzo en el aquí y ahora, y orientarlo hacia el futuro. La Cultura, el Conocimiento, es Libertad, por lo menos de pensamiento.

Me acompañan hoy en este acto de ingreso, Néstor Basterretxea, que ha aportado su iconografía a nuestros mitos y leyendas con su conocida y popular “Cosmogonía Vasca”. Compañero y, sin embargo, amigo, con quien he tenido el honor de compartir múltiples singladuras plásticas, hoy nos presenta en primicia su homenaje a la América primera, cuyas raíces él ha estudiado en profundidad, las ha filmado y finalmente las ha traducido en brillante y colorista escultura. Y Javier Sagarzazu, que a través de su particular visión de nuestro paisaje ha sabido dotarlo de una interpretación lírica y cuasi onírica, para con su magisterio proyectarlo en lo que yo daría en llamar Nueva Escuela del Bidasoa.

Nuestra presencia plástica, en estas magníficas salas de nuestro querido Museo, que ha sido y es espacio cultural fundamental en el desarrollo de esta ciudad. Son tres espacios consecutivos, que se interrelacionan, pero que definen tres tratamientos claramente diferenciados y que son un pequeño ejemplo de ese gran todo que configura lo que llamaríamos “Las Bellas Artes en Euskalherria”. Supone esta presencia, nuestra lección de ingreso a través del plano y el volumen, como testigo y presencia en síntesis de nuestra aportación a la cultura de este país. Y como elemento añadido, la presencia oral de mi texto, que en este momento leo, y que mis compañeros gentilmente han delegado en mí.

En el título de esta intervención, tomo en préstamo y homenaje, el título del famoso libro de Vasili Kandinsky “De lo Espiritual en el Arte”, que va a marcar una época y abrir una espita de todos los procesos conceptuales en el mundo del Arte.

Hay una fase anterior a nuestra historia reciente, que va suponer una convulsión importante en el tratamiento plástico de aquella época. El descubrimiento final de la fotografía va a dotarnos de una herramienta capaz de retratar la realidad circundante de una manera fiel y objetiva, y tomará el papel de lo que en cierta medida, ciertos sectores de la sociedad le habían asignado a la pintura, esta a su vez, al sentirse relevada de esa especie de obligatoriedad en el hecho de tener que dar fe y actuar de notario, va a pasar a un plano de mayor profundidad exploratoria de las posibilidades que precisamente la materia proporcionada por la pigmentación, y la captación de la luz modeladora, le va a permitir romper con un pasado academicista para adentrarse en problemáticas propias de la pintura, surgirá el impresionismo que convulsionará a su época, y abrirá caminos de profunda huella, hacia posibilidades todavía inéditas en el campo de la investigación plástica. Leyendo los periódicos de aquel tiempo, hoy no podemos menos que sonreír al ver el alboroto formado en aquellos días. Una vez más se repite aquello de “Los vanguardistas de hoy seremos los clásicos de mañana”.

Vasili Kandinsky terminó el manuscrito de “Lo Espiritual en el Arte” en 1910, y en diciembre de 1911 R. Piper and Co. de Munich lo publicó aún con fecha de 1912. Cumplimos pues este año el ochenta aniversario de su publicación oficial. Kandinsky va a abrir una doble vía fundamental para el Arte Contemporáneo, por un lado con sus primeras acuarelas abstractas va a romper definitivamente con la figuración que todavía ataba las expresiones plásticas en cuanto al plano, en el caso de la pintura. Por su lado los constructivistas rusos lo harán con el volumen, desligándose completamente de lo que llamamos la anécdota o motivo para la ejecución de la pintura o la escultura. La otra vía fundamental, para el posterior desarrollo del Arte Contemporáneo, va a ser la del pensamiento o reflexiones previas a la ejecución. Digamos castizamente, “que si no hay mata no hay patata”. El hecho de la reflexión previa va a lleva a unos puntos de pura metaestética, en un análisis tanto histórico como actual sobre la evolución y los cambios en el Arte, que luego a posteriori denominaremos estilos, y en algunos casos hablaremos de décadas. Los procesos conceptuales que se van a desarrollar en el Arte van a ser un desencadenante, que van a acelerar los cambios estilísticos a una velocidad inusitada y se acelerarán a partir de la década de los cincuenta hasta nuestros días, en que todas las posibilidades plásticas son exploradas en ramificaciones divergentes, hasta empezar a desintegrar el hecho monolítico de un estilo imperante durante largo tiempo en que la lenta evolución y el agotamiento de todas sus posibilidades, en una transición de eclecticismo estilístico, daba paso a otras formas nuevas, que en otro nuevo ciclo imperaba hasta ir pasando o dando el relevo a caminos consecutivos por agotamiento de las posibilidades de los anteriores.

La velocidad con que en esta época, que nos ha tocado vivir, ha quemado etapas en muchos casos más conceptuales que reales, o se sitúa en este momento actual en un punto muy interesante porque conviven perfectamente disparidad de “modos de hacer” y tratamientos plásticos, sin que sean antagonistas entre sí.

Recuerdo no hace mucho todavía, en nuestra década de los sesenta, y en esta ciudad, las grandes polémicas que se suscitaban entre figurativos y abstractos, al pairo de todas las connotaciones políticas y renovadoras que suponía en aquel momento, frente al academicismo oficial.

Y ya que hablamos de teóricos y de la década de los sesenta, me voy a permitir un inciso para recordar a nuestro compañero y maestro Jorge Oteiza, quien en 1963 publica “Quousque Tandem” libro fundamental para el espíritu estético vasco de nuestra época. Y a Dionisio Barandiarán, que desde la galería de su mismo apellido, situada en la calle Bengoechea, va a proporcionar el espacio y el marco adecuado como plataforma de todos los movimientos estéticos renovadores de aquel momento. Ejemplo de empresario con gran sensibilidad, que tuvo el gran acierto de encauzar toda una serie de líneas estéticas progresistas, aglutinando en su espacio expositivo experiencias que iban desde la poesía visual, coloquios, debates y movimientos tan importantes como fue la creación de “GAUR” , y la posibilidad de las primeras exposiciones individuales a los que entonces éramos jóvenes artistas , como mi compañero de generación Carlos Sanz, ya fallecido, y la mía propia, y que en noviembre de este año se cumplirán veinticinco años de aquella fecha. Dionisio Barandiarán fue ejemplo de empresario y mecenas, que revierte una parte importante de sus ganancias a la sociedad a través de la cultura.

Decía que Kandinsky abre dos vías fundamentales, la de la ruptura formal con las ligaduras anteriores, al papel asignado a la pintura de mero hecho representativo, y el del posicionamiento teórico del propio artista, que discurre y reflexiona y analiza sus propias tesis creativas y las del contexto cultural, en el cual está situado. Si importante es la primera, que va a abrir las compuertas de todos los procesos experimentales de planteamiento intrínsecos a la propia plástica , más fundamental va a ser todavía romper unos moldes que la sociedad tenía, y todavía tiene, de cara al artista plástico. El hacedor de formas y colores, que convierte a este, en muchos casos, en un artesano de “alto standing”.

En este país hay una especie de aprensión natural hacia el pensamiento, una especie de recelo ancestral. El que un creador plástico genere sus propias tesis parece ser rompe los cánones establecidos, parece ser “norma” que el artista debiera limitarse a realizar instintivamente sus planos de color, sus volúmenes, sus formas, sin pasarse de esos límites, para que luego sea el teórico, el estudioso quien desde el exterior nos explique y traduzca el universo “esotérico” de aquél, confirmando la idea, una vez más, del artista como “un puro hacedor de forma”, incapaz de formular su propia reflexión metaestética.

Bien es verdad que este caso se da en la mayoría de las veces, pero no ha de hacerse “costumbre y norma” que coarte los movimientos de quienes laboramos desde diferentes expresiones, estableciendo un lenguaje interdisciplinar en la creación del propio mundo interior.

Decía hace pocas semanas un conocido escritor y columnista, que en el umbral de este mundo de final de milenio, los tres enemigos naturales del ciudadano seguían siendo: el perro, el árbol y sobre todo el libro. Y relataba como siendo él un niño de provincias era el único que solicitaba un libro para leer en la biblioteca de su pueblo, mientras sus compañeros se dedicaban al sano deporte de apedrear perros y tronchar árboles. El libro, como materialización física de la cultura, en sus diferentes apartados, ha sido el objeto que más persecuciones, quemas, censuras, intolerancias ha sufrido en este país. Esta secular animadversión hacia lo que representa el libro, la cultura en general en sus más amplias versiones. La generación de todos los tópicos, que cada sector cultural arrastramos y que todavía sufrimos día a día, me ha llevado a rastrear en la historia en busca de las claves que producen este hecho.

Hace quinientos años convivían en la Península tres comunidades perfectamente diferenciadas, en fraternal armonía: Cristianos, Árabes y Judíos, con la expulsión de éstos y la represión de la Inquisición, va a generar toda una serie de datos indicativos para diferenciar claramente a los cristianos viejos, recién conversos o judíos camuflados. Uno de los datos acusatorios sería la tenencia de libros, además de las costumbres de higiene y gastronómicas. Puede decirse que comer un suculento cocido de jamón, chorizo, morcilla y su buen tocino, hacer gala de iletrado, poco amigo de libros o de temas intelectuales equivaldría a un certificado de cristiano viejo o como diríamos ahora “gente de orden”.

Esta regla de tres tan simple va a ser hábilmente utilizada por todos los poderes consecutivos y va a impregnar tan fuertemente nuestra sociedad, que en nuestra historia más reciente, durante la dictadura todos hemos conocido la censura, la prohibición de determinados libros, obras, la propagación constante de tópicos negativos sobre los artistas y los intelectuales, que van a hacer de la cultura “no oficial” siempre algo sospechoso. Tópicos, que por desgracia todavía perviven. Se pretende la cultura como adorno y espectáculo, sin una participación directa en aspectos que le son profundamente propios. La sistemática no participación de los creadores de esa Cultura, en temas culturales, en todo caso en leves concesiones, en asesoramientos sin ninguna capacidad decisiva.

El creador aporta su grano de arena a la historia de su pueblo, con la realización de su obra y también con su compromiso social al estar integrado en una comunidad, su conocimiento o su capacidad para promover o echar una mano en cuantas cuestiones culturales repercutan en beneficio de esta sociedad.

Decía Machado que: “la cultura es un humano tesoro de conciencia vigilante”. La cultura debe estar comprometida con su tiempo, vigilante, crítica, pero también siempre generosa para aportar su esfuerzo a la sociedad en la cual se sitúa. En el mundo del Arte como en otras facetas de la existencia surge la dicotomía entre el “ser” y el “estar”. El ser artista, no solamente es el creador inmerso solo en su propio universo, en función de su vanagloria personal, también quienes entendemos el Arte como un estar en la Cultura, comprometidos con ella y como una actitud ante la existencia.

En un mundo mercantilizado, de falsos valores, donde la apariencia prima sobre la profundidad, interesa y se potencia el artista individual, insolidario, acrítico y que corresponda al cliché estereotipado que de él se tiene.

Malos tiempos corren para nuestra Cultura, cayendo en brazos de colonialismos en decadencia, en aras de una mal entendida modernidad. Cuando uno ama a su país no puede permanecer indiferente ante él, y, a veces, nos dolemos de él y este dolor se hace voz y se hace letra para aconsejar y clamar en el desierto.

Yo propongo potenciar lo autóctono con calidad, profundizar en nuestras peculiares raíces, en un viaje de ida y vuelta para resurgir floreciente como una nueva expresión propia, y difundir estos resultados en el magnífico puzzle de las culturas universales.

Yo propongo que entre todos los que estamos aquí y ahora, desde nuestros diferentes puestos en la sociedad, porque con nuestro quehacer diario, todos estamos haciendo País, aunar esfuerzos para la reconstrucción espiritual de nuestro pueblo.

*Discurso de Ingreso en la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País -Ricardo Ugarte-

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Museo de San Telmo - 23 de Junio de 1992.