A RICARDO UGARTE

Sueña el mundo
a través de los ocultos corredores genéticos,
las sombras silenciosas,
las brumosas siluetas de memorias perdidas,
el fuego prometido del fuego primigenio,
el vuelo el aleteo
de todos nuestros brazos en tus torturas férricas,
hay algo que se eleva y que respira
por tus vacíos habitados.
Déjanos sospechar que hay aves clausuradas
de otros siglos, de otras verdades infrecuentes,
que resucitan más bellas y austeras que las aguas,
más auténticas,
como la música de tantos corazones maltratados
en nombre del error.
Déjanos sospechar nuestra resurrección de aves del fuego,
nuestra certera redención de los paisajes,
déjanos volar nuestras heridas,
suspirar en tu forja de gritos hecha maleza,
sé que tus estructuras respiran entre el fuego y la nieve,
entre el viento seminal y el mar de los naufragios,
la tierra y las estrellas, la mañana, los pájaros perdidos,
la incierta luz.
Sollozan y procrean en algún bosque ignoto de cristales alerta,
en alguna mirada de incansable vigía del peligro
perdido en su atalaya,
tus ojos, tus manos, nuestros pechos,
la frente del hermano
que nos protegerá.
Recorren fragmentos del dolor
tus monumentos:
suspiros de la tierra, músicas del silencio,
el sueño del origen,
abrazos solidarios al hombre solo,
el gesto, el grito del futuro,
la lucha de nuestra libertad.
No ceses. No te agotes.
Suda el hombre en las palomas de tus manos.
Cuídanos, Cuídalas.
Carlos Aurteneche (1979)
Catálogo Exposición en la Ciudadela de Pamplona

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