Arantzan zu?
por Ricardo Ugarte

Arantzan zu? ¿Entre espinos tú?, exclamó Rodrigo de Balzátegui, del caserío Balzátegui, del barrio de Uribarri, en Oñate, aquel mes de agosto de 1469, cuando al ir a recoger sus cabras, descubre sobre un espino blanco, el cencerro y la Andra Mari de piedra. Pequeña escultura gótica que va a contemplar en el suceder del tiempo, desde la primera y humilde capilla, el constante desarrollo y evolución de diferentes construcciones, incendios y nuevas reconstrucciones, cada vez de mayor envergadura, que van a culminar en agosto de 1969, 500 años después, cuando Jorge Oteiza termina su friso de apóstoles.

Hoy, 25 años después, conmemoramos este hecho y lo que supuso el actual Arantzazu para la cultura de nuestro país.
Hay que hablar en primer lugar de un personaje fundamental en esta historia que es Pablo de Lete, provincial de los franciscanos, impulsor de la nueva basílica, hombre emprendedor y contemporáneo, quiere que la nueva basílica sea reflejo real de las coordinadas estéticas en las cuales se vaya a situar el nuevo espacio arquitectónico.

El 9 de setiembre de 1950 se coloca la primera piedra del edifico que gana el concurso nacional de arquitectura con un proyecto de los arquitectos Javier Sáenz de Oiza y Luis la Orga. Destacan dentro de este conjunto como elementos emblemáticos las tres torres de planta cuadrangular con sus características puntas de diamante en referencia clara al espino y a los abruptos roquedales que le circundan.

Para su integración arquitectónica en este conjunto, fueron seleccionadas las obras de Jorge Oteiza en la fachada, Eduardo Chillida para la realización de las puertas, Javier de Eulate en las vidrieras, la pintura del ábside a Carlos Pascual de Lara, a Néstor Basterretxea los murales de la cripta.

En 1954, comienza Oteiza el friso de los apóstoles, y Basterretxea los murales de la cripta.
Un año después, ese camino plagado de espinos, se hace sentir, surge un arduo debate estético teológico sobre el número de los apóstoles oteizianos; también algunos honestos desnudos del mural titulado “Pecado, expiación, perdón y gloria”, de Basterretxea, parece que hieren la pacata sensibilidad de algunas beatas.
Llega del Vaticano, vía el obispo de Gipuzkoa, Jaime Font y Andreu, la orden de paralización de las obras. Los murales de Néstor Basterretxea son borrados y son blanqueadas de nuevo las paredes, en ausencia del propio autor. Los apóstoles de Oteiza son arrojados a la cuneta, ejecutados por la intolerancia. Recuerdo sus concavidades abiertas en canal al cielo, recipientes de lluvia, recipientes de lágrimas pétreas.

Carlos pascual de Lara, muerto prematuramente tampoco podrá realizar su obra. En 1962 se convoca un nuevo concurso de ámbito nacional para el ábside, que ganará el pintor Lucio Muñoz para crear una de sus obras más importantes y significativas de su trayectoria estética.

Arantzazu en la década de los sesenta, empieza a ser un símbolo de la convergencia espiritual y estética de un pueblo. Arantzazu, va a ser el jalón de una época que va a marcar nuestra modernidad cultural. El renacimiento cultural vasco. La toma de conciencia de unas señas de identidad desde los diferentes campos de la investigación, va a marcar todo un esfuerzo en común que definirá el impulso de un pueblo por buscar su horizonte en libertad.

En el campo de la plástica, la creación de la Escuela Vasca va a definir un estilo de vanguardia comprometida estética y socialmente comprometida con su tiempo. Crítica y generosa en aportar su esfuerzo para avanzar colectivamente.

Creíamos con Celaya que la “poesía es un arma cargada de futuro”, creíamos y creemos, a pesar de los desencantos, en ese futuro. Por eso exigimos al presente, porque sabemos que este pueblo rico en un amplio espectro de personas que dedican su existencia a las diferentes parcelas de nuestra cultura, es una excelente materia prima que no siempre es inteligentemente utilizada.
Por fin, en 1968, monseñor Bereciartúa autoriza a Oteiza a que continúe su interrumpido friso de los apóstoles, Jorge va a ser el protagonista de Arantzazu, convirtiendo su taller en un laboratorio de investigaciones estéticas.

Goiko-Benta va a ser su cuartel general y va a conocer un largo peregrinaje de gentes de diferentes ámbitos culturales, que va a ver la culminación de la obra de Oteiza y escuchar su encendida palabra.
Arantzazu va a ser punto obligado de convergencia de una sociedad en renovado diálogo.

En agosto de 1969, se da por concluida la construcción de la basílica, al completarse la colocación del friso de los apóstoles de Oteiza. Quedará pendiente la ejecución de la obra de Néstor Basterretxea, quien en 1984, quince años después del inicio, realizó una gran obra mural en la cripta. Asimismo, en el corredor del camarín de la Virgen interviene Xabier Egaña con una serie de murales sobre la historia de la salvación.

Se cierra el ciclo de un momento de eclosión fundamental en nuestra plástica, que va a ser símbolo de una época y que hoy, un cuarto de siglo después, retomamos como señas de identidad, lugar de encuentro, diálogo y reconciliación en un tiempo espinoso en el cual es preciso que otra vez soñemos, como ayer, reconstruir espiritualmente nuestro presente.

 

 

Volver

 

*Diario Vasco 21 de agosto de 1994